Algunos de los participantes tienen estudios técnicos y universitarios, fueron víctimas de violencia intrafamiliar y violencia sexual durante su infancia, y llegaron a las calles principalmente por el consumo de alcohol, marihuana y basuco. Luego de terminado el proyecto, casi todos decidieron retomar los sueños que años atrás habían dejado.
“Detrás de la limpieza del río está lo más importante que es la limpieza personal y familiar de cada una de las personas que participaron en este proceso”, dice Alexander Quinche, psicólogo de la Fundación Niños de los Andes.
Luego de cuatro meses de trabajo en los que 103 habitantes de calle ayudaron a podar, desyerbar y recolectar los residuos sólidos de los canales Fucha, Comuneros y Arzopispos donde alguna vez vivieron; los cambios más significativos ocurrieron en la vida de ellos. Hombres y mujeres que llevaban varios años deambulando por las calles de Bogotá por el consumo de sustancias psicoactivas, lograron hacer un alto en el camino y empezar a escribir una nueva historia.
Además de la formación técnica que recibieron sobre jardinería, reciclaje y la importancia de cuidar los cuerpos de agua; los ex habitantes de calle también contaron con un acompañamiento psicosocial basado en la metodología Ser de Jaime Jaramillo, también conocido como Papá Jaime.
Esta filosofía consiste en “despertar la conciencia” de quienes participan en los talleres para que vuelvan a creer en sí mismos, organicen un proyecto de vida que se creía inalcanzable e identifiquen todas aquellas cualidades, talentos e inteligencias que hacen a cada individuo tan especial y diferente de los otros.
Con este primer paso, se pudo dividir a los 103 participantes en tres cuadrillas para que cumplieran determinado rol en esta alianza ambiental que se hizo entre la Fundación Niños de los Andes, el Instituto Distrital de Gestión de Riesgos y Cambio Climático (IDIGER) y la Secretaría Distrital de Integración Social (SDIS).
Algunos se encargaron de la parte artística (hicieron murales en los canales y esculturas con materiales reciclables), otros prefirieron la limpieza (recolección de escombros, retiro de lodos, de residuos, de material vegetal y jardinería) y otros hicieron la parte de comunicación (hablaban en colegios, empresas y con los transeúntes sobre la iniciativa).
“Pero lo más importante de todo”, dice Quinche, “es que la comunicación también consistió en que ellos hablaran con sus ex compañeros de cambuche ya que parte de la metodología Ser se basa en ayudar a los demás y compartir el conocimiento. Así que era muy común verlos conversar con sus ‘parceros de caño’, con los que consumían drogas, para que se dieran otra oportunidad… “si yo puedo, usted también puede” se decían“.
En cuanto a los sueños y proyectos, la Fundación pudo identificar que la mayoría de ellos quiere reestructurar su familia pues muchos perdieron el contacto con ella porque fueron discriminados y sacados de la casa desde muy jóvenes, porque fueron víctimas de diversos tipos de violencia que no habían podido perdonar ni superar, o porque tenían vergüenza de que los vieran en las actuales condiciones en las que se encontraban.
También hubo otros proyectos de vida como crear un negocio propio, tener una casa, terminar los estudios que habían quedado inconclusos, viajar, tener carro y regresar a la ciudad de origen pues algunos de los participantes no son de Bogotá.
Gracias a un equipo de profesionales, de aproximadamente 15 personas, conformado por psicólogos, trabajadores sociales, promotores y artistas; se pudo trabajar también en el control de pensamientos, especialmente aquellos negativos que les generaban ansiedad e intenso dolor y que, por consiguiente, los hacía propensos a tener una recaída y regresar a los canales.
Los ex habitantes de calle tuvieron clases de meditación, yoga, respiración, estiramiento y otros talleres sobre la importancia de soñar y, sobretodo, perdonar. Sin embargo, no todos pudieron concluir este proceso pues de los 103 que iniciaron, 12 se retiraron al volver a consumir sustancias psicoactivas.
“La mejor metodología está basada en el amor. Ellos sólo necesitan afecto y dejar de ser juzgados, rechazados y discriminados porque eso es lo único que han recibido. Muchos de ellos se fueron de sus casas por esa falsa idea de que la calle es sinónimo de libertad, y luego se encontraron con varios episodios que los marcaron y afectaron hasta hoy”, sostiene Quinche.
Finalmente, como todo trabajo bien hecho debe ser recompensado, las personas que terminaron completamente el proyecto tuvieron una paga económica que no se les dió a ellos directamente, sino que se dio el primer paso para empezar a cumplir los sueños que querían cumplir.
De esta manera empezaron su negocio de leggins, venta de dulces, jugos, crepes y un taller de publicidad. Otros decidieron ahorrar el dinero para vivienda, comprar ropa que necesitaban, mercados para llevar a su familia, invertir en un tratamiento odontológico, y viajar a Santa Marta para conocer por primera vez el mar.
El resultado también concluyó con 18 kilómetros limpios de los tres canales intervenidos y la recolección de 1033 m cúbicos de residuos mixtos, entre escombros, sedimentos, residuos ordinarios, colchones, entre otros.


